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Hace unos años atrás, por un azar de causalidades, nace la primera idea de un futuro proyecto. A propósito de una conversación con amigos, alguien menciona con nostalgia que uno debería tener un mapa en donde marcar los besos importantes de la vida y así, siempre recordarlos. Este simple juego gatilla la idea de que, en el acto de recordar y ubicar esos besos importantes, se abría un espacio dentro de la memoria emotiva para aquellos sentimientos, momentos y lugares.
La idea se llevó a la realidad y tomó forma bajo el proyecto LA RUTA DEL BESO. En un mapa de Chile de varios metros de largo, los participantes respondían a las peticiones de recordar los tres besos más significativos de tu vida y ubicar el lugar de Chile donde ocurrieron, incitando a re-habitar la memoria emotiva y seleccionar aquellos hitos que han dejado rastro en su registro emocional.
A través de ubicar esos hitos, el participante recorre un camino a través de sus recuerdos, reviviendo las emociones que han quedado guardadas en el inconsciente, atrayéndolas al presente como mosaicos, y que, junto a otras experiencias, van formando una visualidad final, armando un mapa espontáneo y dinámico, que termina por registrar una cronología sentimental, de las memorias individuales y colectivas de un país.
La memoria emotiva individual es el resultado de diversos procesos que interactúan en conjunto como una red, que en un bloque arman el resumen del recuerdo y forman la memoria. De la misma manera, cada beso, como un hito y una marca indeleble en la historia de cada persona, luego pasa a la memoria emotiva, al registro sensorial, para finalmente ser parte del recuerdo. Si pensamos en un beso como una manifestación externa de los sentimientos más íntimos (románticos, excitantes, familiares, especiales, tristes, etc.) recordar ese hecho, nos hace recorrer aquellos momentos olvidados y conectarnos con los más diversos tipos de sensaciones y sentimientos,
Deben ser besos importantes, cualquiera sea la razón por la que se recuerdan. Una vez recordados, marcan en el mapa de Chile el lugar donde se lo dieron, definiendo el lugar como propio. Poco a poco, el espectador se va convirtiendo en creador. El mapa comienza a llenarse de hitos, que van formando las diversas rutas individuales. Esta acumulación de besos, que se cruzan unos con otros, se transforman en un registro cartográfico de la historia emocional de un pueblo.
En paralelo, este proyecto propone un análisis formal de la información recopilada. Cada espectador, en simultáneo con ubicar los besos en el mapa, debe completar información en una papeleta. Un cuestionario simple donde se especifica su edad, sexo, nacionalidad e información sobre los tres besos escogidos, dejar entre ver otras informaciones.
A través de estas preguntas, se recibe información de cómo los chilenos vivimos nuestra emocionalidad y permite deducir aspectos como dónde se trasladan más los habitantes, o cuáles son los lugares más románticos del país, si la geografía incide en cómo vivimos las emociones, cuáles son los sentimientos más característicos, entre otras.
Alrededor del mapa, se va generando un ambiente de participación ciudadana y alegría. La RUTA DEL BESO comienza a ser parte de todos y pertenece a quienes la van construyendo.